Estas problemáticas sanitarias (ETS) fueron, son y serán un problema en los sistemas con monta natural, en tanto y en cuanto no se revisen, diagnostiquen y eliminen los toros positivos de los rodeos.
La tricomoniosis bovina (Tritrichomonas foetus) y la campylobacteriosis genital bovina (Campylobacter fetus subespecie venerealis) se transmiten por vía sexual, salvo excepciones donde se utiliza semen proveniente de toros infectados o bien por maniobras obstétricas entre hembras, realizadas sin la debida higiene y uso de material descartable entre una revisación y otra.
El toro infectado se comporta como un portador asintomático de por vida: mantiene su fertilidad, su libido y no presenta ninguna lesión. En cambio, las hembras se contagian en el momento mismo de la monta y al quedar preñadas, en general, sufren muertes embrionarias tempranas, eventualmente abortos e infertilidad transitoria. En algunos casos, pueden llevar la preñez a término y parir normalmente. Comúnmente, luego de abortar, la inmunidad local a nivel de mucosa vaginal y uterina barren con estos agentes, quedando la hembra sana y apta para preñarse.
En sistemas extensivos con potreros de grandes extensiones, tanto la muerte embrionaria temprana como los abortos pueden pasar desapercibidos, y entonces recién se sospecha la presencia de estas enfermedades en el momento del tacto.
En este momento se detectan bajas tasas de preñez, preñeces desuniformes con una mayor cola de preñez. También puede observarse un mayor desgaste físico de los toros ya que, al reciclar las hembras, tuvieron un mayor trabajo de montas.
¿Raspar o no raspar?, esa es la cuestión
Las muestras deben tomarse, por lo menos, 30 días después de finalizada la temporada de servicio de manera tal de permitir, en el caso de que el toro estuviese infectado, tener una buena colonización a nivel de prepucio. Generalmente, la muestra prepucial se toma mediante raspadores (hisopo metálico o de plástico).
La Comisión Científica de Enfermedades Venéreas de la Asociación Argentina de Veterinarios de Laboratorio de Diagnóstico, recomienda un mínimo de dos muestreos en toros de campos sin antecedentes de ETS; ante la aparición de toros positivos, se deberán realizar tantos muestreos como fuere necesario, hasta obtener dos muestreos negativos consecutivos.
Entre muestreos no debe haber menos de 15 días de intervalo. Se deben muestrar todos los machos enteros que vayan a entrar en el servicio siguiente (incluidos los toritos “vírgenes”), al igual que todo reproductor macho que ingrese al establecimiento. Los muestreos deben hacerse anualmente, en todos los rodeos, inclusive los que no tuviesen antecedentes que hicieran sospechar de la presencia de estas enfermedades.
El diagnóstico etiológico se lleva a cabo en laboratorio, y el toro positivo debe ser eliminado, desaconsejándose el tratamiento ya que se presentan fenómenos de resistencia.
El impacto productivo de estas enfermedades puede llegar a una disminución en un 25% de las tasas de preñez. Además, las hembras que perdieron la concepción reciclaron y se preñaron al final de la temporada de servicio, en las temporadas subsiguientes seguirán siendo cola de preñez, lo cual impacta negativamente en la rentabilidad.
A su vez en sistemas muy eficientes, con excelentes indicadores reproductivos, puede ocurrir que al tacto estas hembras vacías que abortaron oportunamente sean descartadas (siendo hembras sanas). Tengamos en cuenta el costo y el tiempo que insume criar una hembra bovina para reproducción.
Como nuestros sistemas de cría, generalmente, son extensivos, se debe tener en cuenta el riesgo de introducción de la enfermedad al rodeo, ya sea por toros o vacas ajenas que salten el alambrado, o bien, los propios que vayan al vecino y éste, eventualmente, tenga la enfermedad en su rodeo. Por eso, aunque estas enfermedades no tienen una obligatoriedad en cuanto al diagnóstico deberían estar en las agendas regionales y provinciales, de manera tal de tomar el control de las mismas en ambiente productivo, y no solo por iniciativas personales de los productores.
Entonces volvamos a la pregunta inicial, ¿raspar o no raspar? No debería ser una pregunta que un productor ganadero o asesor se haga, ya que el impacto productivo de controlar la enfermedad tiene un costo muchísimo menor a padecerla, y al momento de contar los terneros nacidos y destetados en que sí miden la eficiencia de un ciclo productivo, se nota la diferencia.
*Artículo escrito para el periódico MOTIVAR por Roberto Daniel Neumann, del Centro de Investigaciones Agropecuarias, Animal del Chaco Semiárido, C.R. Salta Jujuy, E.E.A. Salta.