VIDA Y TRIUNFO DE LA PRIMERA MUJER ARGENTINA EN GRADUARSE DE VETERINARIA
Médico Veterinario Gregorio Daniel Brejov
A pocos años de iniciado el siglo XX, en Lomas de Zamora, localidad de la Provincia de Buenos Aires, nacía el 14 de febrero de 1906 Amalia Pesce, hija de Luis Pesce y de Emilia Poggio. Nada hacía pensar que esa pequeña niña sería la primera mujer argentina en recibirse de Veterinaria. Su vida, desde jovencita fue una historia de lucha y superación, quedo huérfana a los 17 años y quizá este duro golpe le despertó un gran cariño hacia los animales y ante el interrogante “¿Qué hacer para curar, para salvar?” cimentó su vocación de estudiar veterinaria. Concurrió el 23 de febrero de 1927 a inscribirse en la Escuela de Veterinaria de la entonces Facultad de Agronomía y Veterinaria al preguntar qué debe hacer para anotarse, y “al ser la primera mujer en solicitar la inscripción”, la respuesta con sorna fue que se anote en la Escuela de Agronomía debido a que el estudio de la carrera de veterinaria no le iba a resultar fácil y por que la actividad que desarrolla un profesional veterinario no era propio de una mujer.
A pesar de estos consejos y gracias a su fuerte vocación, responsabilidad, perseverancia y coraje le hicieron desatender estas advertencias iniciando sus estudios. Promediando la carrera se casó el 19 de abril de 1930 con Raúl Fagonde, recibiéndose poco tiempo después de Profesora de Italiano. Termino sus estudios de veterinaria en julio de 1936, convirtiéndose en la primera mujer egresada como veterinaria de la argentina.
Trabajó en el servicio de anaerobios del INTA Castelar. Fue miembro de la Comisión Permanente de la OIE para el estudio de las enfermedades causadas por los gérmenes anaerobios, París, Francia.
Dos anécdotas sabrosas que nos contó el historiador y médico veterinario Antonio Perez muestran su fuerte carácter y su espíritu de lucha: “Su casamiento, celebrado cuando era estudiante, hizo que la carrera se fuera dilatando en el tiempo y fue entonces que otra alumna, que había ingresado tiempo después que ella y que era muy estudiosa, logró emparejarla en la cursada. La situación no pasó inadvertida para muchos estudiantes de aquella época que, conociendo la calidad humana de Amalia, la empujaron a que concluyera rápidamente la carrera para tener el honor de ser la primera. Sin embargo, su circunstancial adversaria contaba con la ventaja de que el titular de una de las cátedras del último año consideraba que no debía ser Amalia la primera egresada. Le fue mal en el primer llamado a examen de esa cátedra, pero cuando se volvió a presentar, uno de los ayudantes de la materia en cuestión engañó al profesor haciéndole creer que no era su último examen. Por lo tanto podía aprobarla tranquilamente pues todavía le faltaba bastante para recibirse. Una vez conseguido el objetivo, cuenta la tradición oral que el enojo generado se tradujo en una trompada.”
“Cuando se anotó en el concurso para Directora del Departamento de Infecciosas del naciente INTA, una de las máximas autoridades le hizo notar que su condición de mujer no era todavía bien vista para ocupar el cargo que pretendía, pero que estuviera atenta porque quien iba a ser designado pronto realizaría un viaje al exterior por lo que ella podría reemplazarlo. La Doctora Pesce le respondió entonces: que no lo hiciera tan rápido pues no creía tener tiempo suficiente para cambiar de sexo”.
Lamentablemente en un accidente ocurrido en 1982 le ocasionaron un fuerte traumatismo craneano y fractura de cuello de fémur entre otras lesiones. Fue el comienzo del fin de una vida prodiga en éxitos profesionales. Tres años más tarde una neumonía resistente a la antibioticoterapia se llevó a la colega que tanto trabajo en el estudio de las enfermedades de etiología bacteriana.